Una cueva-refugio subterránea: arquitectura en armonia
fuente:arche taller y soliclima
    El refugio o cueva subterránea que presentamos —diseñado, proyectado y   construido por 
Arché   Taller—, emplazado en una finca de la provincia de Aragón,  ha sido   realizado siguiendo los dictados y las reglas armónicas, que han persistido en   la historia de la arquitectura a lo largo de tantos siglos, y que lejos de   parecer arbitrarias son el resultado filosófico y estético de un orden en la   naturaleza y en el cosmos, todo lo cual llega a conformar la 
arquitectura bioclimática.        
 
       
    
    
     
    Esta vivienda se construyó aprovechando una importante depresión del   terreno, generada, posiblemente, por una anterior sustracción del mismo. Este   condicionante, unido a un programa de necesidades funcionales propias de una   finca de recreo, determinó la forma final del espacio y sus dimensiones.
     
          
        
          
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                               Varios aspectos del «esqueleto» principal de la cueva-refugio   subterránea.             | 
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    Para entender la idea generadora del proyecto podemos poner el ejemplo de   esta simple comparación: imaginemos una pelota de rugby cortada por la mitad   justo en su eje mayor, reforzada en todo su interior por nervios;   posteriormente, enterrémosla hasta que la cubra la tierra vegetal,   practiquémosle una abertura en su  extremo sur, a modo de patio de recibo bajo   el nivel del terreno natural y estaremos frente al acceso de la cueva o refugio   subterráneo. 
    
      Una vez que penetramos,  el espacio estará ordenado según un ritmo   constante de arcos ascendentes, cada 2,50 m de separación; el primero sobre el   acceso, junto al patio, cubrirá una luz de 6 m, con una altura libre de 2 m; de   ahí en adelante irán creciendo hasta llegar al arco mayor de 12m de largo y 3 m   de altura. Estaremos entonces en el centro de la cueva.
     
           
            
        A continuación, comenzará el mismo ritmo de arcos, pero en forma   decreciente hasta el último en el extremo norte del volumen; en el otro sentido,   cerrando el espacio que deja cada arco, una losa o cáscara ligeramente abovedada   se irá apoyando en cada extremo del arco y en toda su longitud, aumentando   proporcionalmente su curvatura a medida que se va aproximando al mismo suelo,   para un mejor aprovechamiento del espacio. 
       
      De esta manera quedará  «reforzado» todo el diáfano espacio de 25 m de   largo, los arcos actuaran como guias o rieles por donde se deslizan las cáscaras   de cierre que al fundirse con sus apoyos irán conformando —en hormigón armado y   planchas de nervometal, como encofrado perdido—, una masa continua, plástica y   flexible. 
      
       
           
          Es importante observar como la fuerza abrazadora que propone   el envolvente, el movimiento que los planos y superficies sugieren, y la luz   natural que se filtra y se cuela rasante por el lucernario que se eleva sobre   los arcos centrales, invitan a considerar este el espacio como el dominante de   todo el proyecto y, por ello, el centro geométrico y el corazón mismo donde   converge la vida de la cueva o refugio. 
       
     
    La atracción que es capaz de suscitar el chispeante fuego de una ardiente   chimenea aumenta el sentido y el protagonismo del espacio; a su vez la   intencionada calidez del ambiente con sus tonos rojizos, naranjas y ocres   —producidos por la decoloración de los ácidos aplicados sobre los morteros ricos   en cemento— y la diversidad de texturas que la naturaleza de los materiales   ofrecen, cierran como un cuadro el gran ambiente de la escena   arquitectónica
     
    Al otro lado y junto al acceso, queriendo integrarse en el conjunto   armónico de formas y materiales, la zona de comer y la de cocinar, abierta y   dialogante gracias a una barra tipo bar que la une. Así mismo la doble boca de   la chimenea permite aprovechar desde este otro lado su calor, para a su vez   cocinar alimentos.
     
                      En el extremo opuesto, la zona   de dormitorios no es ajena al concepto envolvente propuesto. Un pasillo central   conformará dos dormitorios idénticos, uno a cada lado, y al final del mismo, el   principal, la cabecera de mampostería de piedra quedará rematada por el último   arco. Todas estas habitaciones tendrán el lavabo y la cabina de ducha integrado   en la propia habitación y el váter en cabina independiente.
 
     
     
    
    
      Los revestimientos que cubren los paramentos de toda esta zona ofrecen   en textura y color cualidades más relajantes o más propias para la disposición   al descanso y al sueño. Los morteros de cal, tan naturales y tradicionales en la   construcción de todos los tiempos con sus tonos pastel incorporados en masa   dominan el acabado de estas habitaciones. En cuanto a todo el pavimento para el   interior fue resuelto con un único material: mortero autonivelante color gris   plomo, de pocos milímetros de espesor, protegido con ceras naturales y enmarcado   por hileras de ladrillo refractario. De esta manera se asegura una continuidad   «limitada» de los diversos ambientes y se dinamiza el plano del suelo al   equilibrar con la neutralidad de su color las formas y sus movimientos.
     
                      El carácter intimista y   sugerente propio a una cueva o refugio impuso el tipo y la cantidad de luz   entrante desde el exterior. Mientras, la cocina y los dormitorios recibirán   puntualmente un foco de luz regulable conducido por tubos reflejantes y   captadores solares colocados en el exterior,  la zona central del espacio   coincidente con la zona de chimenea y salón-comedor, eleva hacia el sur una   cubierta de madera que atrapa el movimiento del sol para introducirlo de   diferentes formas y coloraciones de luz; su continua vidriera construida con   cristales, botellas y restos de vidrios de diferentes espesores, todos   reciclados, producirá el mágico juego de reflejos y tonalidades imprimiendo   sutilmente a este interior la atmósfera y el clima deseado. 
 
     
    Por otro lado, y dentro siempre del interés de aprovechar lo que otros   desechan o no valoran —siguiendo la ley de la tres R: reducir, reutilizar,   reciclar—, se recuperaron trozos de piedras de granito, tirantes y palos de   madera, objetos y piezas  industriales, etc, para realizar la chimenea, la   cubierta de la claraboya, puertas, repisas e incluso la luminaria del   conjunto.
        
      En relación a las instalaciones, se siguió el criterio natural   de separar las diferentes aguas usadas en negras, las provenientes del váter,   las grises traídas por duchas y lavabos y, finalmente las pluviales recogidas en   canales  perimetrales a la construcción. Las primeras son conducidas a unos   filtros biológicos para ser depuradas y conformar en el terreno redes de agua   para riego; las segundas también son tratadas y devueltas al sistema para usarse   en las cisternas de váter y las últimas, previa decantación de la suciedad   ambiental, para acumularlas y tenerlas como reserva para diferentes usos.
     
    Por otro lado, cada habitación lleva un sistema de ventilación natural y   forzada, y la zona más amplia de ventilación cruzada. Los paneles solares   orientados al sur, servirán  para el calentamiento del agua sanitaria. La   calefacción de las habitaciones se ha resuelto ubicando en el pasillo una simple   pero eficiente estufa a pellets y leña, accediendo el calor de esta por pequeñas   aperturas en los encuentros entre los tabiques y la bóveda. La chimenea central   a leña, construida íntegramente en chapa de hierro, por su estratégica ubicación   irradia todo el calor que genera en todas direcciones. 
     
    De todas formas, y una vez más, la experiencia deja a las claras la gran   ventaja que la tierra aporta  como aislamiento térmico, ya que crea condiciones   estables y óptimas durante todo el año y además es beneficiosa, como es obvio,   para la salud y repercute en los costos tanto de climatización como de   mantenimiento.
    
    
    Finalmente, podríamos agregar una característica fundamental en las   construcciones subterráneas: el hecho mismo de no existir en el paisaje, el de   casi no producir ningún impacto visual y, el de permitir que la construcción   sobre el terreno, como suele suceder por lo general, sea ocupada ahora solamente   por jardines, huertas o tal vez alguna zona deportiva. Por supuesto, en parcelas   donde la ocupación puede estar agotada ésta podría ser una interesante solución,   sin renunciar por ello al confort y al bienestar tanto físico como psíquico tan   necesario este último en los tiempos que vivimos.
        
      El aprovechamiento de   los recursos naturales y sus criterios de diseño, imponen un buen hábito tan   difícil de abandonar como los principios estéticos que generan el proyecto   arquitectónico. Los criterios de diseño utilizados en este proyecto son más   propios de la arquitectura y su relación con la naturaleza (arquitectura   biolclimática) que a concepciones tecnológicas de complicado   entendimiento.
      
      Esta es la enseñanza a modo de conclusión a la que ha   llegado Arché Taller después de esta experiencia en donde, con cinco jóvenes   inexpertos pero entregados y durante ocho meses de trabajo, vivieron   compartiendo el interesante reto de construir artesanalmente una escultura   habitable.